Los datos del incremento de la obesidad en España son cada vez más alarmantes. Actualmente, se considera que casi un 30 % de la población española presenta sobrepeso u obesidad, lo que a día de hoy, y de cara al futuro, representa un incremento de patologías crónicas, tales como la diabetes mellitus tipo 2, la hipertensión y un largo etcétera.
Es un fenómeno que se traduce en un mayor gasto sanitario, menor calidad de vida y un estancamiento en la esperanza de vida de la población española. Es natural, por lo tanto, que de forma recurrente la población se pregunte si se podría tratar con un tratamiento farmacológico diseñado para combatir la obesidad. Y, en este caso, si existe actualmente o si es seguro. A continuación, Adelgar analiza esta cuestión y ofrece su opinión al respecto.
Tratamiento farmacológico para combatir la obesidad
Para el adecuado enfoque terapéutico de este problema, se cuenta con tres pilares fundamentales: mejora en los estilos de vida (alimentación, ejercicio, conductual), farmacoterapia y cirugía bariátrica.
Cada uno de estos pilares tiene sus indicaciones, contraindicaciones, efectos adversos y complicaciones, los cuales se vienen actualizando periódicamente con base en distintos estudios clínicos realizados en muchos países.
Las limitaciones existentes del tratamiento convencional (la mejora en los estilos de vida) y de la cirugía bariátrica han puesto en relieve la importancia del tratamiento farmacológico.
En los últimos años, se han venido desarrollando una serie de nuevos fármacos con resultados esperanzadores y que permiten el tratamiento crónico de esta enfermedad. Este tipo de terapia se considera de segunda línea en el tratamiento de la obesidad. Es decir, son una segunda opción terapéutica, pero nunca la primera.
¿Cómo actúan los fármacos para la obesidad y qué opciones hay?
El principal objetivo terapéutico de los fármacos de última generación para el tratamiento de la obesidad es la regulación de la ingesta a nivel del eje intestino-cerebro, donde hay una amplia interacción entre hormonas, neurotransmisores y diversas moléculas que están aún en proceso de estudio.
Los fármacos para combatir la obesidad no son algo nuevo. Durante el siglo XX, se propuso el uso de distintos medicamentos para tratar la obesidad sin los estudios necesarios para evaluar su indicación. La aparición de efectos adversos graves provocó la suspensión de su uso (anfetaminas, dinitrofenol, fenfluramina…).
A finales de los años 90 se empezó a comercializar la sibutramina y el orlistat. La sibutramina fue retirada del mercado por producir un incremento de efectos adversos cardiovasculares, en especial en pacientes con alto riesgo vascular, mientras que el orlistat todavía se comercializa.
En la primera década del siglo XXI, llegó al mercado el rimonabant, pero a los pocos años se suspendió su uso por incrementar algunos trastornos psiquiátricos y el riesgo de suicidio.
En la década pasada aparecieron nuevos fármacos para el tratamiento de la obesidad. La mayor parte de ellos fueron aprobados por la FDA en Estados Unidos, pero solo unos pocos pasaron la aprobación de la Agencia Europea de Medicamentos.
Los medicamentos que actualmente están autorizados en Europa para el tratamiento de la obesidad son orlistat, naltrexona, bupropión y liraglutida. Cada uno de ellos funciona de distinta manera.
Orlistat
Es un fármaco que causa una disminución de la absorción de lípidos a nivel intestinal. Actualmente, sigue en el mercado, pero su baja tolerancia (diarrea, flatulencia, deposiciones con grasa o la urgencia defecacional) hace que muchos pacientes abandonen el tratamiento. Está contraindicado en enfermedades que impliquen una absorción deficiente de nutrientes. Además, el resultado del orlistat en la pérdida de peso es muy limitado, según los estudios clínicos más recientes; alguno de ellos ni siquiera cuantifica el porcentaje de peso perdido.
Naltrexona
Es un fármaco con acción agonista de receptores opioides y ha sido utilizado en el tratamiento de dependencia a opioides y alcohol.
Bupropión
Es un fármaco con efecto antitabaco y antidepresivo. Combinados, tienen un efecto sinérgico y dosis-dependiente en la supresión del apetito y pérdida de peso (entre un 4 y 6 % en el primer año de tratamiento). Los efectos adversos, aunque suelen ser leves y/o transitorios (cefalea, náuseas o vómitos, mareos e insomnio), son motivo de abandono del tratamiento. Asimismo, se debe realizar una monitorización frecuente de la presión arterial, ya que también suele producir su incremento como efecto adverso.
Liraglutida
Es un análogo del GLP-1 (péptido similar al glucagón tipo 1), que es una hormona intestinal sintetizada a nivel intestinal y cuyas funciones incluyen la liberación y síntesis de la insulina, la inhibición del vaciado gástrico y la inhibición del apetito. Este medicamento fue utilizado años atrás para el tratamiento de la diabetes mellitus y se observó que estos pacientes presentaban una pérdida de peso mayor que con otros fármacos para dicha enfermedad. Por lo que, tras los estudios necesarios, se autorizó su uso en el tratamiento de la obesidad. En dichos estudios se apreció una pérdida de peso de aproximadamente un 5 %. Este medicamento se aplica por vía subcutánea de forma diaria y se debe aumentar la dosis progresivamente. Los efectos adversos más frecuentes son náuseas, vómitos y, en algunos casos, pueden presentarse síntomas de hipoglucemia. Está contraindicado en personas con antecedentes de carcinoma medular de tiroides o neoplasia endocrina múltiple tipo 2. Se debe hacer un control de la función pancreática, ya que hay algunos reportes de posibles casos de pancreatitis con estos fármacos. Un punto de especial importancia es el conocimiento de la interacción de este medicamento con muchos otros fármacos que se utilizan en la práctica diaria.
Asimismo, la hora de escoger cualquier fármaco, se debe tener en cuenta que la pérdida de peso, en la práctica, suele ser menor a la presentada en los estudios de estos medicamentos, por lo que los pacientes que lo prueban no suelen adelgazar tanto como esperaban.
Finalmente, hay que considerar también distintos factores: cuál es la pérdida de peso deseada (por el tiempo de tratamiento), la tolerancia a los medicamentos, la vía de administración, las enfermedades asociadas que presenta el paciente y el coste de los fármacos elegidos.
La semaglutida ha tomado relevancia en los últimos meses
La semaglutida es uno de los nuevos medicamentos aprobados para el tratamiento de la obesidad en Estados Unidos y, en el año 2022, en Europa, pero no en España. Este también forma parte de la familia de los análogos del GLP-1.
En este país se ha utilizado para el tratamiento de la diabetes mellitus desde el año 2019. A diferencia de la liraglutida, los estudios clínicos de este medicamento han mostrado un mayor efecto en la disminución de peso (entre el 10 % y el 15 %). Su aplicación también es por vía subcutánea, pero de forma semanal, lo que permite una adherencia más sencilla al tratamiento a largo plazo. Las indicaciones, contraindicaciones y efectos adversos son similares a liraglutida, aunque presentando menos interacciones con otros fármacos.
La forma de presentación para tratamiento de la obesidad difiere a la destinada a tratar la diabetes. Y, como ya se ha señalado, la primera no se comercializa en España. Aunque se trata del mismo principio farmacológico, las dosis difieren en ambas formas de presentación, para seguir el esquema recomendado para el incremento paulatino de la dosis semanal, hasta llegar a la dosis terapéutica para el tratamiento de la obesidad.
Problema de desabastecimiento de la semaglutida por su boom en las redes sociales
El actual desabastecimiento de semaglutida sucede por el incremento irracional en la prescripción de este medicamento. Las redes sociales han jugado un rol fundamental en este problema.
Antes de la autorización de este fármaco para combatir la obesidad en Europa, en las redes sociales se explicaba el funcionamiento de este fármaco. Pero también se popularizó su uso en pacientes que, aparentemente, no cumplían los requisitos para dicho uso, creando el bulo de presentarlo como medicamento “milagro” para perder peso.
De esta manera, la demanda de este medicamento que venía siendo utilizado en diabéticos se ha incrementado de tal manera que se ha producido, a fecha de hoy, el desabastecimiento del mismo. El número de personas con sobrepeso u obesidad (con o sin diabetes), es mucho mayor que el de los puramente diabéticos.
El alto coste de la liraglutida no permitió que se produjera este efecto en el pasado, ya que el precio del tratamiento con este fármaco para la obesidad ronda los 1.500-2.000 euros al mes, a nivel privado, lo cual es una limitación importante para su uso. No es accesible para todas las personas que deseen bajar de peso y, por lo tanto, no es una solución para todo el mundo.
El Sistema Nacional de Salud no da cifras concretas sobre el número de pacientes no diabéticos a los que se les ha prescrito, ya que este medicamento también se usa en aquellos con resistencia a la insulina o hiperinsulinemia que venían utilizando la metformina por vía oral. El uso de este como antidiabético sí está cubierto por el SNS.
La opinión de Adelgar sobre este tema
Indudablemente, los últimos avances farmacológicos van a resultar de gran ayuda en el tratamiento de la obesidad. Pero eso es algo muy distinto a pensar que se trata de un “medicamento mágico” que acaba por sí solo con la obesidad, porque eso es falso.
La farmacología puede ser de ayuda en tratamientos de pérdida de peso, pero nunca se debe usar como único tratamiento, sino en combinación con los métodos ya conocidos: más actividad física y cambio en los hábitos nutricionales, fundamentalmente. De lo contrario, se puede generar el caldo de cultivo ideal para la desinformación y la búsqueda de un medicamento milagroso que acabe por sí solo con el sobrepeso.
Para quienes decidan iniciar un tratamiento farmacológico, el principal peligro radica, en opinión de Adelgar, en la falta de un seguimiento adecuado en el manejo de este medicamento y su recomendación en pacientes que no cumplen los requisitos para su indicación. Los pacientes deben, por tanto, ser conocedores de ciertos detalles del manejo de este nuevo fármaco.
Este fármaco está indicado en pacientes con un IMC >27, en caso de enfermedades asociadas al sobrepeso (hipertensión, dislipemia o diabetes), o con un IMC >30 sin ellas.
Se indica cuando hayn antecedentes de haber realizado dietas supervisadas con anterioridad y que no hayan dado resultado: pérdida de menos del 5 % tras 6 meses de tratamiento dietético y ejercicio.
Es fundamental el seguimiento médico, ya que se debe realizar de forma conjunta con un programa de alimentación (dieta), ejercicio y mejora del aspecto psicológico. Se deben llevar a cabo controles periódicos de análisis clínicos para descartar posibles complicaciones con el tratamiento.
Las dosis de la medicación van en aumento cada 4 semanas. A las 20 semanas, ya se debería llegar a la dosis terapéutica de 2,4 mg por semana.
Los estudios clínicos indican que el porcentaje de bajada de peso (entre el 10 % y el 15 %) se ha logrado en 68 semanas de tratamiento; es decir, tras más de 1 año.
No debe utilizarse junto a otros fármacos indicados para el control de peso.
La medicación se debe modificar o suspender dependiendo de la tolerancia a la misma y del logro de los objetivos propuestos tras 3 o 6 meses de tratamiento.
Es importante recordar que todos los medicamentos antes descritos deben obtenerse, en España, con receta médica. En el momento de prescribir cualquier fármaco, la ética y la responsabilidad médica, así como el uso racional de los medicamentos, deben tener un mayor peso que la información (o desinformación) proveniente de las redes sociales, el marketing o la presión individual de los propios pacientes.
Por lo tanto, aunque fármacos como la semaglutida sean tan populares para adelgazar, es importante tomarlos con mucha precaución, combinados con tratamientos nutricionales y siempre con seguimiento de un profesional médico. Y, en todo caso, no serán nunca un remedio milagroso.